En esta elección más que en ninguna otra entramos de lleno a vivir el momento del mercado del entretenimiento de la política, en un contexto en el que las discusiones de los ciudadanos no gira en torno a la contraposición de verdades verificables, sino de medias verdades que coinciden con mis aspiraciones y convicciones, vivimos alimentados con la idea de querer apreciar a un político que tenga una dote excepcional de caudillismo mediático.
Confieso que pensaba escribir sobre los poco más de cien días del gobierno de Arce-Choquehuanca, pero cuando veo mi balance llego a la conclusión de que mi columna sería aburrida por mi prosa y por el espíritu mismo del actual gobierno. Es más, sino era por la discusión sobre el escudo nacional no nos habríamos enterado que tenemos gobierno.
No me refiero a la gestión pública que realiza en relación al problema sanitario, sino al posicionamiento comunicacional de los temas y a marcar agenda política; no hay nada de eso, mejor entonces husmear en otros temas, y justamente a propósito de las elecciones subnacionales es importante darle un vistazo a los fenómenos políticos que fueron apareciendo y lo que nos deja eso como aproximación en los siguientes años. En esta elección más que en ninguna otra entramos de lleno a vivir el momento del mercado del entretenimiento de la política, en un contexto en el que las discusiones de los ciudadanos no gira en torno a la contraposición de verdades verificables, sino de medias verdades que coinciden con mis aspiraciones y convicciones, vivimos alimentados con la idea de querer apreciar a un político que tenga una dote excepcional de caudillismo mediático.
Aquí los candidatos han contratado con especial dedicación más asesores de imagen y community managers que escribidores de discursos políticos. Esto los ha desplazado hacia los medios de comunicación presentándose como una mercancía a consumir, como un bien que se expone en una vitrina cuya particularidad es que capten nuestra atención la mayor cantidad de veces en tiempos muy cortos.
Vemos esto y luego nos preguntamos por qué no quieren asistir a debates los candidatos, simplemente porque en los debates no pueden llamar la atención como lo hacen en sus intervenciones individuales en las que a menudo se les pregunta por temas personales, familiares, se les pide que bailen, que recuerden el momento más incómodo de sus vidas, etc. es decir, el menú que vamos a consumir está servido en distintas degustaciones de morbo y personalismo.
Por eso esta elección nos arroja verdaderos fenómenos políticos electorales, que no es lo mismo que fenómenos políticos históricos. Los más expertos en comunicar algo en formas banales y sencillas son los que valen y de paso si nos muestran que no son el perfil del político de los últimos cinco años mejor aún.
Aquí recuerdo una frase de las recientemente publicadas memorias de Obama: no basta con lo que dices o haces, lo que importa es lo que haces sentir. Y esto es justamente el círculo vicioso en el que nos embarcamos hoy, políticos que buscan hacernos sentirnos divertidos, no reflexivos con las distintas opciones que tenemos al frente, sino que vivimos en un mundo feliz en el que evidenciamos que el entretenimiento es una constante y que a costa de regalarnos un beso de negro de chocolate, podemos olvidar lo que hicieron y mejor aún para ellos, no preguntar lo que harán en caso de ser electas como autoridades.